Pongamos que llega mañana a su lugar de trabajo, si tiene uno de esos de ir, y lo primero que hace es cagarse encima en la mesa de su jefe.
Imaginemos que después se queda con todos los productos que había que enviar a los clientes. Se mete en el bolsillo el dinero de esas ventas para después irse a casa no sin antes escupir e insultar a sus compañeros. Como mínimo perdería su empleo, pues hay empresas donde eso no es así.
El 21 de febrero de 2016, El Mundo publicó una entrevista falsa firmada por Javier Negre. Se inventó respuestas a preguntas que no se hicieron. Ahora, una sentencia firme obliga al diario a publicar la rectificación.
Lo normal sería que el firmante de la falsa entrevista se hubiera quedado sin trabajo. Por un montón de motivos. No sólo por el daño al medio, que con su silencio confirma que le importa entre un pìmiento y un bledo.
Ahí sigue, como si hubiera sido un despiste tonto, una coma mal puesta o una tilde olvidada. Es que hay errores y errores, así como distintos tipos de tamaños de rectificación y muy pocos ceses o despidos.
Por citar otro ejemplo
El 9 de enero de 2006, ABC fue condenado a pagar 30.000 euros más intereses, así como las costas del proceso, por intromisión ilegítima en el derecho al honor de una persona a la que se relacionó con grupos proetarras en este artículo de Cruz Morcillo del 15 de julio de 1999.
Los agentes investigadores habían descartado cualquier relación de los hechos con la banda terrorista en el informe nº 165/1999, sin que después se continuara la investigación.
¿Tuvo alguna repercusión para la firmante de la información falsa? No, tampoco.
La sentencia dejaba claro que, para la autora, la verdad era lo de menos:
“En definitiva apreció el Juzgado que se hizo uso de información no contrastada, ni mucho menos acreditada, imputando al actor una determinada actividad, consistente en colaboración o relación con una banda terrorista, lo cual no estaba amparado por el derecho a la información, al no haber extremado la autora del artículo su deber de diligencia en la búsqueda de la verdad”.
Entrevista falsa
Cuando me empecé a publicar en CTXT, allá por enero de 2015, fue bajo el encargo de que entrara a saco y sin contemplaciones en ese tema tan recurrente del periodismo, rollo sección, ya que no era la primera viñeta alusiva que dibujaba.
Cada semana, durante muchos meses, soltamos dos viñetas sobre asuntos periodísticos varios, se tocaron muchos temas hasta el punto de casi agotarlos. Y así fue como volví al garabato político y/o de actualidad. Incluso se publicó un editorial bajo el nada ambiguo titular de Periodistas corruptos.
Tampoco entonces estábamos descubriendo nada nuevo. Desde hace mucho, estos temas son recurrentes en saraos y congresos periodísticos. Incluso se pueden encontrar periodistas que en sus cuentas personales de Tonter suelen ejercer la autocrítica con cierta periodicidad y otros medios digitales que suelen entrar en este barro. Aún así, no eran pocos los que se mosqueaban de vez en cuando y me lo hacían saber, incluso alguno se sorprendía de que desde un medio se tocaran determinados temas relacionados con la profesión que por lo general se evitan.
Y entiendo que estas mierdas incomoden y molesten a los que se dedican al periodismo. Afean lo suyo, les toca y degrada aún más la percepción que se tiene de su actividad, pero sus silencios y defensas torpes argumentando que se generaliza gratuitamente son la consecuencia directa de sus frecuentes miradas a otro lado cuando alguien se caga en la profesión. Mientras sigan callando les continuará salpicando.
En el periodismo, como en muchos otros gremios, aunque se sigue arrastrando el lastre del corporativismo ya se pueden escuchar algunas saludables voces críticas. Eso sí, casi siempre a título personal. Por lo general, perro sigue sin comer perro.
Se evita señalar a las personas malas que además hacen un peor trabajo porque en esta profesión se sigue practicando el silencio dentro de la empresa, el llanto en el bar y la chismología en el grupo de WhatsApp.
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La entrada Cuando la mierda salpica se publicó en JRMora, humor gráfico.
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